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Carte du 4 ème Arrondissement de Paris

 

4 ème Arrondissement 

HÔTEL DE VILLE

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Mercado de flores 

ile de la Cité
Marché aux fleurs, ile de la Cité

 

El mercado de las flores de la plaza Louis Lépine es un auténtico paraíso para los amantes del verde y los románticos empedernidos. Desde 1830, este encantador lugar situado entre Notre-Dame de París y la Sainte-Chapelle hace las delicias de los visitantes con sus coloridos puestos y sus embriagadores aromas. Y qué decir de sus pabellones de 1900, verdaderas joyas arquitectónicas que transportan a los paseantes a un auténtico viaje en el tiempo. Hay todo tipo de flores, desde delicadas rosas hasta flamantes tulipanes y exóticas orquídeas. Es un verdadero festival de los sentidos, donde los ojos se deleitan con la belleza de las flores y el olfato se deleita con los aromas hechizantes. Tanto si es un aficionado a la jardinería como si busca un ramo de flores con el que cautivar a un ser querido, el mercado de las flores es el lugar perfecto para maravillarse y respirar naturaleza en pleno centro de la capital.

 

 

Notre-Dame de Paris

 

El 15 de abril de 2019, un trágico destino se abatió sobre Notre-Dame de París. Las llamas danzaron con furia devastadora, engullendo el esplendor de esta venerable catedral. Las torres, antaño orgullosas y altivas, se encontraron maltrechas, sus agujas se derrumbaron en un choque fatal. Las bóvedas, testigos de siglos pasados, temblaban bajo el aliento abrasador del fuego. Las gárgolas, centinelas silenciosas de la noche, lloraban lágrimas de plomo ante este espectáculo infernal. Las campanas, antaño cantos de fe, enmudecieron en doloroso silencio. Pero en la noche oscura, el alma de Notre-Dame seguía ardiendo, iluminada por la esperanza de la resurrección. Porque tal es el destino de las grandes obras, resurgir de las cenizas para desafiar al tiempo e inspirar a las generaciones venideras.

 

Notre dame de Paris

 

Los exteriores de Notre-Dame de Paris antes del incendio

 

Como en un espectáculo aéreo improvisado, las gaviotas han tomado las torres de Notre-Dame de París para realizar sus atrevidas acrobacias. Sus alas blancas rozan las gárgolas, sus gritos estridentes resuenan en lo alto de la catedral. Parecen jugar con el viento, dejándose llevar por las corrientes, girando y revoloteando con insolente gracia. Sus figuras aéreas desafían los límites de la arquitectura gótica, añadiendo un toque de ligereza a la inmutable majestuosidad del edificio. Estos mensajeros del cielo aportan un soplo de vida y asombro.

 

 

Interior de Notre Dame de París

 

En una sinfonía celestial, los interiores de Notre-Dame de París resonaron al son de la melodía de las nuevas campanas, cuyos nombres evocaban la historia y la espiritualidad que impregnan este santuario milenario. El 2 de febrero de 2013, bajo las majestuosas bóvedas, el cardenal André Vingt-Trois presidió la solemne bendición de las ocho nuevas campanas y del nuevo bordón. "Marie", "Gabriel", "Anne-Geneviève", "Denis", "Marcel", "Etienne", "Benoît-Joseph", "Maurice" y "Jean-Marie" se preparaban para repicar en el recinto sagrado. El 23 de marzo de 2013, durante la gran fiesta del Domingo de Ramos, estas nueve voces celestiales se unieron por primera vez desde 1856, ofreciendo un carillón armonioso que despertó las almas y nos recordó la importancia de este lugar de culto y contemplación.
 

exterieur Notre Dame de Paris
interieur Notre Dame de Paris

 

La sala del tesoro de Notre-Dame de Paris antes del incendio

 

A la sombra sagrada de Notre-Dame de París, la Sala de los Tesoros alberga tesoros de valor incalculable para la liturgia de la Iglesia católica. Relucientes vasos sagrados, preciosos ornamentos y antiguos libros litúrgicos reposan aquí, listos para ser utilizados en misas, oficios y sacramentos. Entre estos tesoros, los impresionantes 268 camafeos del tesoro de la catedral constituyen una colección rara y poco conocida. Pero lo que atrae las miradas más atónitas de los fieles son las reliquias de la Pasión de Cristo, traídas por San Luis de Jerusalén en 1239. La corona de espinas, un fragmento de la Santa Cruz y un clavo, símbolos del sacrificio supremo, son venerados con devoción por los creyentes, recordatorio del poder espiritual y la profunda historia que envuelve a Notre-Dame de París.
 

Salle des trésors

 

Las Gárgolas y Quimeras de Notre-Dame de Paris antes del incendio

 

Las gárgolas y quimeras de Notre-Dame de París, esas extrañas criaturas esculpidas en piedra, eran los guardianes silenciosos de las cumbres de la catedral. Encaramadas audazmente en las cornisas, parecían congeladas en posturas a la vez adustas y majestuosas. Sus rostros grotescos mostraban expresiones misteriosas y cautivadoras, que despertaban fascinación y asombro en los visitantes. Observaban el mundo con curiosidad burlona, como si conocieran todos los secretos de París. Las gárgolas, con sus bocas abiertas, escupían el agua de lluvia con tal intensidad que incluso el mal tiempo les parecía una broma con la que disfrutaban. En cuanto a las quimeras, parecían listas para cobrar vida en cualquier momento, como si esperasen una señal para emprender el vuelo hacia el cielo nocturno. Antes del trágico incendio, estas criaturas fantasmagóricas poblaban las alturas de Notre-Dame, confiriendo a la catedral un aura mística y una presencia de cuento de hadas. 

 

Gargouilles et chimères

 

El belén de Notre-Dame de París en Navidad

 

En Navidad, la cuna de Notre-Dame de París cobró vida como un escenario encantado. En el corazón de la majestuosa catedral, cobraba vida con figuras talladas en madera, cuidadosamente dispuestas en un pintoresco escenario. María y José, la dulce pareja de la historia sagrada, velaban al niño Jesús en un humilde establo. Los pastores, los Reyes Magos y los animales del Nacimiento estaban representados con un realismo conmovedor. La escena estaba bañada por un suave y cálido resplandor, que creaba una atmósfera de magia y contemplación. Los visitantes se reunían en torno a la cuna, asombrados por su sencilla belleza y conmovidos por el profundo simbolismo que evocaba. La cuna de Notre-Dame de París en Navidad era una invitación a contemplar la historia de la encarnación divina, a celebrar el nacimiento del Salvador y a encontrar la paz en la sencillez del amor divino.
 

creche notre dame
mémorial des martyrs de la déportation

 

Memorial de los Mártires de la Deportación

 

El Monumento a los Mártires de la Deportación es un lugar de recuerdo y contemplación, erigido para honrar la memoria de los millones de hombres, mujeres y niños que perecieron en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Es un lugar de sufrimiento y testimonio, donde los muros de piedra y los estrechos pasillos hablan de lo indecible. A cada paso resuenan las voces de los desaparecidos, los susurros de las almas perdidas. Las inscripciones grabadas en la piedra recuerdan el horror del Holocausto, invitando a los visitantes a recordar, reflexionar y no olvidar nunca. En el centro del monumento arde una llama eterna que simboliza la esperanza y la resistencia frente a la opresión. El Monumento a los Mártires de la Deportación, como un grito silencioso en la oscuridad, recuerda al mundo la crueldad del hombre y la necesidad de preservar la dignidad humana. Es un lugar de luto, pero también un vibrante recordatorio de la importancia de la compasión, la solidaridad y la lucha contra la injusticia.

Plaza de Ile de France - 7 quai de l';Archevêché
75.004 París

 

Tribunal de Comercio

 

Como un majestuoso guardián en el corazón de la Ile de la Cité, el Tribunal de Comercio se yergue orgulloso desde hace más de un siglo, testigo mudo del tumulto del mundo de los negocios. Su imponente arquitectura, obra del talentoso arquitecto Antoine-Nicolas Bailly, refleja las ambiciones del emperador Napoleón III, que ordenó su construcción. Desde su fundación en 1865, el tribunal ha sido testigo de multitud de casos, desde las disputas comerciales más triviales hasta las batallas legales más épicas. En sus pasillos, abogados en toga y hombres de negocios trajeados se enfrentan con brío y tenacidad, tratando de defender sus intereses con la confianza de un jugador de póquer. A lo largo de las décadas, el Tribunal de Comercio se ha convertido en el teatro donde se representan los dramas y los éxitos del mundo de los negocios, llevando la impronta de la historia y el dinamismo del comercio parisino.

 

tribunal de commerce
ile saint louis

 

Île Saint-Louis

 

Ile Saint-Louis es como un pequeño paraíso secreto en medio del bullicio de la capital. Enclavada entre los brazos del Sena, esta rara joya del Viejo París desprende una tranquilidad sin igual. Es casi como haber retrocedido en el tiempo, hasta el siglo XVII. Las suntuosas mansiones privadas que adornan la isla son joyas preservadas, testigos de una época pasada en la que la burguesía florecía en un lujo discreto. Pasear por las callejuelas de Ile Saint-Louis es como retroceder en el tiempo, sumergirse en un ambiente burgués imperturbable, casi congelado. Uno ralentiza el paso, olfatea el aire y se pregunta si ha entrado en una obra maestra. El tiempo parece haberse detenido aquí, y ofrece a los visitantes una agradable pausa en el ajetreo de la ciudad.

 

 

L’Hôtel-Dieu 

 

El Hôtel-Dieu, verdadero emblema de la historia hospitalaria de París, evoca un pasado lejano marcado por la caridad y la devoción. Fundado en 651 por el obispo de París, Saint Landry, fue uno de los primeros hospitales de Francia y de Europa occidental. En aquella época, se extendía desde la orilla sur de la Île de la Cité hasta la orilla izquierda, unida por el Pont au Double. Desgraciadamente, el edificio original desapareció, víctima de las crecientes necesidades de la medicina. Sin embargo, en 1867, se escribió una nueva página de su historia cuando se reconstruyó en la Île de la Cité, ofreciendo 22.000 metros cuadrados de espacio hospitalario. El Hôtel-Dieu siempre ha sido un refugio para los más desamparados, mendigos, peregrinos hambrientos, víctimas de la guerra y niños abandonados. De este modo, encarna los valores de caridad y hospitalidad que han caracterizado durante mucho tiempo a la sociedad religiosa. Hoy, el Hôtel-Dieu sigue marcando el paisaje de París, testimonio de la importancia de atender a los más vulnerables.

 

L’HÔTEL-DIEU DE PARIS

 

Centro Georges Pompidou

 

El Centro Pompidou, ese extraño forro cultural en el corazón de París, es un lugar donde el arte moderno se revela con audacia y extravagancia. Ideado por el propio Presidente Pompidou, gran amante del arte, este establecimiento multidisciplinar no deja indiferente a nadie. Con su arquitectura única, obra de Renzo Piano y Richard Rogers, casi parece una nave espacial varada en medio de la ciudad. Sus escaleras mecánicas exteriores y sus tuberías de colores no pasan desapercibidas, ¡créame! En su interior, es un auténtico paraíso para los amantes del arte contemporáneo. El Musée National d'Art Moderne alberga tesoros artísticos de los siglos XX y XXI, obras maestras que harán girar cabezas. De Matisse a Warhol, de Picasso a Niki de Saint Phalle, todas las grandes figuras del arte están aquí, expuestas por orden cronológico. Y para rematar, la última planta ofrece una impresionante vista panorámica de París, una forma única de admirar la belleza de la ciudad mientras se sumerge en la efervescencia artística del Centro Pompidou.

 

Centre Georges Pompidou
quartier st Merri

 

Fuente Stravinsky

 

La Fuente de Stravinsky, un auténtico ballet acuático en el corazón de París, es una creación salvaje y armoniosa de Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle. Este dúo artístico ha conseguido transformar el agua en una sinfonía visual, una coreografía de chorros y aspersiones que evocan la exuberante obra musical de Igor Stravinsky. Es como si las notas musicales danzaran en el aire al ritmo de los ingeniosos mecanismos de la fuente. Las coloridas esculturas, con sus formas extrañas y a veces traviesas, añaden un toque lúdico a este conjunto artístico. La Fuente de Stravinsky es una invitación a la contemplación y al ensueño, un alegre homenaje a la creatividad sin límites del arte y a la música que agita nuestras almas.

 

fontaine stavinsky

 

L’Hôtel de Ville

 

El Ayuntamiento de París, majestuoso monumento que ha perdurado en el tiempo como un ave fénix de la arquitectura, es un imponente reflejo de la historia de la Ciudad de la Luz. Construido, destruido, reconstruido, ampliado y transformado, es testigo de los caprichos del destino y de las decisiones de hombres y mujeres. Su encanto renacentista, fruto de los impulsos creativos de Francisco I y Enrique IV, nos transporta a un pasado lejano en el que los trajes de plumas y las estoques estaban de moda. Pero no se equivoque, tras esta solemne fachada se esconde un auténtico paraíso para los amantes de las estatuas, ya que el Hôtel de Ville cuenta con nada menos que 284 figuras ilustres, petrificadas en hornacinas, que esperan pacientemente para contarle sus hazañas. Y gracias a Haussmann, que decidió arrasarlo todo a su paso, la plaza frente al Hôtel de Ville se ha convertido en un auténtico patio de recreo para grandes y pequeños, que recuerda las alocadas fiestas de la antigua Place de Grève.

 

L’Hôtel de Ville

 

Interior del Ayuntamiento

 

El interior del Hôtel de Ville de París es un verdadero tesoro escondido, donde administración y elegancia se funden armoniosamente. Al entrar en estas paredes cargadas de historia, le recibe una sinfonía de murales, creados por los maestros artistas de la época. Es como si cada pincelada hubiera sido orquestada mágicamente para contar la historia de la ciudad y cautivar a los visitantes. Los salones de recepción, por su parte, son auténticos palacios de fiesta, donde han tenido lugar celebraciones memorables. Imagínese bailando al son de violines, rodeado de la élite parisina, mientras admira los magníficos frescos que adornan las paredes. Sí, el Hôtel de Ville es mucho más que un lugar de administración, es un auténtico teatro donde la política se mezcla con el arte, donde las decisiones se toman en un ambiente digno de una comedia francesa. Así que déjese llevar por la magia de este lugar único y disfrute de cada rincón, porque detrás de cada puerta se esconde una nueva sorpresa a la espera de ser descubierta.
 

interieur hotel de ville

 

La Torre Saint-Jacques

 

La Tour Saint-Jacques, majestuosa guardiana de la historia, se alza orgullosa en el corazón de París, como un centinela del pasado. Antaño se erguía humildemente junto a la iglesia de Saint Jacques de la Boucherie, un lugar de culto que ha vivido muchas aventuras, tan azarosas como una obra de teatro con giros y vueltas. La Torre vigilaba este concurrido cruce de caminos, punto de partida de las peregrinaciones a Santiago de Compostela. Su flamante campanario gótico, cuidadosamente erigido entre 1509 y 1523, atestigua la destreza de los constructores de la época. Y para coronar esta bella arquitectura, la estatua del campanario representa nada menos que al santo homónimo, el mismísimo Santiago, guardián de los caminos y de las almas en busca de espiritualidad. Pero la Revolución, siempre rápida en poner las cosas patas arriba, acabó con la iglesia, dejando la torre sin techo. Afortunadamente, en 1836, la ciudad de París, consciente de su encanto intemporal, la adquirió y la confió al cuidado del arquitecto Théodore Ballu, que la restauró en 1853 para devolverle su antiguo esplendor. Hoy, testigo mudo de siglos pasados, despierta la curiosidad de los visitantes y les invita a adentrarse en los vericuetos de la historia.
 

Tour Saint-Jacques

 

Distrito de rue des Rosiers

 

La rue des Rosiers, delicada espina en el tejido urbano del Pletzl, vibra al ritmo de pasos y susurros. Situada en el corazón del barrio del Marais, es la joya de la corona de este barrio judío cargado de tradición e historia. Desde su construcción en 1230 junto a las murallas de Felipe Augusto, la rue des Rosiers ha sufrido constantes cambios, pero su nombre se ha mantenido fiel a sus orígenes. Antiguamente, los rosales crecían a lo largo de esta calle adoquinada, añadiendo un toque de dulzura al animado ambiente del barrio. Hoy en día, la rue des Rosiers es un tesoro para los paseantes sibaritas y los amantes de las compras, ya que ofrece un sinfín de boutiques y restaurantes para deleitar el paladar y satisfacer los antojos. Al atravesar la entrada del número 10, en el encantador Jardin des Rosiers, podrá vislumbrar los restos de las murallas medievales, recuerdo del pasado cargado de emoción de esta emblemática vía.

 

Quartier Saint-Gervais
rue des Rosiers

 

Restos del recinto de Philippe Auguste 

 

La Torre Montgomery, de planta semicilíndrica, es testigo mudo de tiempos pasados, vestigio de las murallas de Philippe Auguste que antaño envolvían la ciudad. Como un centinela solitario, se yergue con gracia austera, recordando el ingenio de los constructores de antaño. Su perfil semicilíndrico ofrece una silueta singular, que evoca los ecos de una época pasada en la que se construían fortificaciones para proteger las ciudades del tumulto del mundo exterior. Las piedras erosionadas susurran historias olvidadas, siglos de conflictos y agitación. A la sombra de la Torre Montgomery, el pasado se hace presente, ofreciendo un precioso recordatorio de nuestro patrimonio colectivo.
 

enceinte philippe auguste

 

Vista de Axel de la campiña del Marais en París 

 

Mientras deambula por las callejuelas del Marais, Axel, este perspicaz saludador parisino, le desvela los caminos insospechados de este enclave urbano. Como un barquero, le conduce por caminos inesperados, abriéndole las puertas de una campiña secreta enclavada en el corazón de París. Un patio de edificio, atajos bien disimulados, y te encuentras sumergido en misteriosos jardines, que recuerdan a los huertos campestres de los párrocos. Habla conmovido del ritmo de los jardines compartidos, de las especies que florecen en ellos, mientras las mansiones enmarcan estos oasis verdes.
Una pequeña puerta se abre a un sendero, y allí nos encontramos en un parque casi desierto, donde un burro de madera, feliz portador de niños, intercambia una mirada cómplice con una paloma desconcertada, en busca de migas que no se encuentran por ninguna parte.
Más adelante, en el interior de la iglesia parroquial de Saint Louis du Marais, detrás de velas parpadeantes, una puerta trasera entreabierta le conduce a una callejuela donde las huellas del tiempo se pierden, dejando sólo una atmósfera teñida de nostalgia.
En la calle, un encuentro casual con un conocido basta para abrir las puertas de un "palacio", una mansión privada que se visita con el entusiasmo de una tía muy mayor cuya visita se ha hecho esperar.
Y qué decir del Clos des Blancs-Manteaux, revelado tras atravesar varias puertas de edificios, un jardín compartido que emerge de repente, embellecido con viñas que Axel se apresura a limpiar de la correhuela invasora, para dar a las uvas todas las posibilidades de madurar suavemente. 
Este es el campo de París, según Axel, un campo encerrado en los meandros del Marais...
Guiado por su pasión y su conocimiento del Marais, Axel nos descubre tesoros ocultos, momentos de poesía en el corazón de esta bulliciosa ciudad. Su mirada benévola abre las puertas de un mundo paralelo, en pleno corazón de París, se revela una reserva de la biosfera, donde la naturaleza ha recuperado todos sus derechos con un vigor deslumbrante. Un auténtico santuario donde la esencia misma de estos lugares debe preservarse con un respeto inquebrantable.


 

AXEL_ Le marais

 

L’Hôtel de Sens 

 

El Hôtel de Sens, orgulloso centinela de una época pasada, evoca los contornos de una historia rica y agitada. Construido entre 1474 y 1519 para el obispo de Sens, ha resistido el paso del tiempo conservando su majestuosidad. Entre sus muros, aún resuenan los ecos de las emociones del pasado. Enrique IV, soberano de pasiones tumultuosas, albergó a su célebre reina Margot en los laberintos de este edificio de encanto hechizante. Testigo de los constantes cambios de la ciudad, el Hôtel de Sens ha tenido diferentes destinos a lo largo de los años, desde cochera hasta refugio de la actividad industrial. Adquirido por el Ayuntamiento de París en 1911, fue meticulosamente restaurado por C. Halley entre 1934 y 1960. Hoy en día, el hotel alberga la biblioteca municipal de Forney, un refugio de aprendizaje dedicado a las bellas artes, las artes decorativas y gráficas, la artesanía y las técnicas. Entre sus muros, cargados de historia, pasan las páginas y se despiertan las pasiones, insuflando un aliento intemporal a este notable edificio.
 

Hotel de sens

 

L'église Saint-Paul Saint-Louis

 

La iglesia Saint-Paul Saint-Louis, joya arquitectónica enclavada en el corazón del barrio del Marais, es un auténtico crisol de estilos. Como un director de orquesta a la batuta, los arquitectos jesuitas Étienne Martellange y François Derand urdieron una deliciosa mezcla de elegancia francesa, audacia flamenca y grandeza italiana. Las líneas clásicas francesas coquetean con la extravagante ornamentación barroca, mientras que las influencias italianas son evidentes en los delicados detalles y las gráciles curvas. Esta fusión arquitectónica es una fiesta para los ojos, una sinfonía visual que atestigua la riqueza y diversidad del arte sacro.

 

L'église Saint-Paul Saint-Louis

 

Plaza del Mercado Sainte-Catherine 

 

En la encantadora Place du Marché Sainte-Catherine, los vestigios del pasado se mezclan pícaramente con el dinamismo de la vida cotidiana. Érase una vez el reino del priorato real de Sainte-Catherine du Val des écoliers, que reinaba supremo. Pero entonces, bajo el reinado de Luis XV, surgió una idea tan descabellada como atrevida: trasladar el ruidoso mercado de la calle Saint-Antoine para liberar el flujo de carruajes y transeúntes. El tráfico no es cosa de risa, sobre todo cuando se trata de las principales entradas a París. Y así, en 1762, cuando los jesuitas fueron expulsados de Francia por el rey, se decidió dar a los monjes del priorato de Sainte-Catherine un nuevo hogar en la casa profesa de los jesuitas, junto a la iglesia de Saint-Louis. Un intercambio de cortesías entre santos y reyes, donde la historia se juega con un toque de ironía. Hoy en día, la plaza es una visita obligada para los paseantes en busca de tesoros y los gourmets que buscan una pausa sabrosa.

 

Place du Marché Sainte Catherine

 

Iglesia de Saint-Gervais-Saint-Protais 

 

La iglesia de Saint-Gervais-Saint-Protais, enclavada en la encantadora rue des Barres, está llena de sorpresas. Si se aventura tras su cabecera, descubrirá una pequeña plaza Couperin donde la calle se abre a una acogedora placita. Las mesas de pedestal están ahí, invitándole a tomar asiento y disfrutar del animado ambiente. La iglesia ya no es una parroquia cualquiera. Está dedicada a la liturgia monástica de las Fraternidades de Jerusalén, que incluso han tenido la brillante idea de abrir una tienda. Así podrá combinar su búsqueda espiritual con algunas compras religiosas.

 

L'église Saint-Gervais-Saint-Protais

 

Calle François Miron - Casas del siglo XIV

 

La calle François Miron y sus pequeños secretos del pasado. Aunque no se lo crea, los pintorescos entramados de madera que adornan los edificios de los números 11 y 13 no son originales. Sí, fueron añadidos durante una restauración bastante exuberante a finales de los años sesenta. Parece como si a estas casas se les hubiera dado una vuelta a la Edad Media.
Pero hablemos un poco de la historia de esta calle. Como puede ver, no siempre ha tenido este prestigioso nombre. Hasta 1865 no recibió el nombre del preboste de mercaderes del rey Enrique IV. Antes de eso, formaba parte de la rue Saint-Antoine, una vecina mucho más antigua. Pero los tiempos cambian, y con la construcción de la rue de Rivoli a mediados del siglo XIX, el tejido urbano del barrio del Marais dio un vuelco. No podemos decir que esta calle haya tenido una identidad muy estable, pero al menos ha sabido adaptarse a lo largo de los años.
Y ahora, hablemos de señalización. En la Edad Media, las calles no estaban numeradas, así que uno se orientaba mirando los carteles de las casas. Adivina. Estas dos casas de la calle François Miron conservan los rótulos en sus nombres. La primera, a la izquierda, se llama simplemente "maison à l'enseigne au faucheur". Y la segunda, con su encantador frontón, se llama "maison à l'enseigne au mouton". Sí, la oveja era una auténtica estrella de los letreros medievales. Las había de todos los tipos: la oveja plateada, la oveja blanca, la oveja coronada, la oveja negra, la oveja dorada, ¡sin olvidar la famosa "pata de oveja"!


 

Maisons du 14e siècle

 

Place des Vosges 

 

La place des Vosges es una de las más antiguas de París, y también una de las más bellas.  La place des Vosges se llamaba originalmente Place Royale. La plaza fue rebautizada después de la Revolución Francesa y se convirtió en la place des Vosges en homenaje a esta región del noreste, en la frontera con Alemania y Luxemburgo, que fue la primera en pagar los impuestos recaudados por el nuevo gobierno revolucionario francés.
 

quartier Arsenal
Place des Vosges

 

Hôtel Amelot de Bisseuil dit des Ambassadeurs de Hollande 

 

El Hôtel Amelot de Bisseuil, majestuoso como un pavo real ataviado con sus mejores plumas, se eleva con seguridad en el corazón de París. Como un aristócrata en traje de gala, sus fachadas esculpidas son motivo de orgullo. Por dentro, es un auténtico festival de dorados y lujosa decoración, que casi hace creer que los propios muebles llevan pajarita. Es una delicia perderse en el laberinto de esta mansión privada, preguntándose si los fantasmas de antaño juegan al escondite o si es sólo el viento que agita las cortinas de terciopelo. Un verdadero paraíso de grandeza y misterio, donde uno se siente a la vez pequeño entre los gigantes del pasado y encantado de tener la oportunidad de codearse con ellos, aunque sólo sea para una visita.
 

Hôtel Amelot de Bisseuil 

 

Hôtel de Sully

 

Como un viejo aristócrata con encanto de antaño, el Hôtel de Sully se alza elegante en el corazón del barrio del Marais. Con su fachada que parece salida de un cuadro de un maestro, atrae las miradas curiosas como un dandi en un baile de máscaras. Sus jardines, como parterres de secretos bien guardados, invitan al paseo y a la ensoñación. Casi se puede imaginar a las estatuas del jardín susurrando cotilleos a los transeúntes, mientras las fuentes, un poco burlonas, ahogan a los curiosos que se pasan de intrusos. Si las paredes pudieran hablar, no cabe duda de que tendrían sabrosas anécdotas que contar, desde complots y pasiones amorosas hasta veladas sociales. Visitar el Hôtel de Sully es sumergirse en la historia con un toque de misterio, como si le invitaran a un baile de máscaras en el que las máscaras son los secretos bien guardados de este lugar encantador.
 

Hôtel de Sully

 

Hôtel de Rohan 

 

El Hôtel de Rohan, testigo mudo de las intrigas de la corte, fue también escenario de uno de los asuntos más increíbles de la historia: el asunto del collar de la reina María Antonieta. En sus suntuosos salones, donde los nobles se pavoneaban con arrogancia, se tejieron los hilos de un escándalo que sacudió a la monarquía. Las suntuosas recepciones, las joyas relucientes y los vestidos a la moda ocultaban ambiciones desmesuradas y planes dudosos. Ah, qué ironía pensar que tras aquellos imponentes muros se escondía el codiciado collar, símbolo de los vicios y vanidades de la época. Risas hipócritas y sonrisas pérfidas se mezclaban con susurros de complots y traiciones, en una danza frenética que acababa por revelar los bajos fondos de la corte.
 

Hôtel de Rohan

 

Hôtel de Fieubet  

 

El Hôtel de Fieubet, joya arquitectónica del siglo XVIII, encarna la elegancia y el refinamiento de la época. Construido para la familia Fieubet, una dinastía de ricos comerciantes, esta mansión privada es testigo de su poder y su gusto por el arte. A lo largo de los siglos, ha acogido a numerosas personalidades de prestigio, desde la nobleza hasta eminentes artistas. Su imponente fachada, adornada con delicadas esculturas, revela la grandeza de su pasado. Los salones suntuosamente decorados, los techos pintados a mano y las preciosas colecciones de objetos de arte transportan a los visitantes a una época pasada. Hoy en día, el Hôtel de Fieubet, declarado monumento histórico, abre sus puertas a los amantes de la historia y la arquitectura, ofreciendo un cautivador viaje a través de los esplendores de una época pasada.
 

Hôtel de Fieubet

 

Hôtel d'Angoulême Lamoignon

 

El Hôtel d'Angoulême Lamoignon, auténtica joya del patrimonio parisino, está cargado de historia. Construida en el siglo XVI, esta mansión privada ha resistido el paso del tiempo, conservando su encanto y elegancia. Debe su nombre a su célebre propietario, François Lamoignon, Presidente del Parlamento de París en el siglo XVII. Su notable arquitectura, con fachadas adornadas con delicadas esculturas y magníficos patios, es testigo de la habilidad de los artesanos de la época. En la actualidad, el Hôtel d'Angoulême Lamoignon alberga la Bibliothèque Historique de la Ville de Paris, donde los aficionados a la historia y la cultura pueden adentrarse en un tesoro de archivos y valiosos documentos. Visitar este palacete privado es sumergirse en la historia de la capital, una ocasión única para descubrir los secretos y las maravillas de un lugar cargado de emoción


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Hôtel d'Angoulême Lamoignon

 

El BHV(Bazar del Ayuntamiento) 

 

El BHV, también conocido como Bazar de l'Hôtel de Ville, es una auténtica institución parisina. Desde hace más de un siglo, es el refugio de los cazadores de gangas, los aficionados al bricolaje y los buscadores de tesoros escondidos. Su historia se remonta a 1856, cuando Xavier Ruel fundó la primera tienda en el corazón de la capital. Desde entonces, BHV ha ido a más, atrayendo a multitudes con su amplia gama de productos, desde artículos para el hogar hasta ropa y artilugios insólitos. Se dice que incluso los parisinos más reacios han sucumbido a los encantos de la BHV al menos una vez en su vida, perdiéndose con deleite en su laberinto de estanterías y tentadoras promociones. Ya busque una bombilla, un bote de pintura o un vestido de lentejuelas, el BHV está ahí para satisfacer todas sus necesidades, con una sonrisa y una buena dosis de humor. Así que no dude en aventurarse en este auténtico templo del consumismo parisino, donde los hallazgos y los encuentros insólitos le esperan en cada esquina.
 

Bazar de l'Hôtel de Ville
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